Lo esencial es invisible a la obra pública
Desde el inicio de gestión de Cambiemos en todo el territorio nacional y en General Viamonte en particular, el discurso de la obra pública se presentó y se presenta, como el motor de la economía y la garantía de la generación de empleo. Sin embargo, un enorme sector de la comunidad está pensando en cómo llegar a fin de mes y que tiene la vida completamente desorganizada.
La imagen de las calles mejoradas, de los hombres con casco amarillo en medio de alambres y cemento, es muy poderosa pero su contraste con la realidad social en la que vivimos, pareciera no ser del todo suficiente para decir que estamos frente a una buena gestión.
No es suficiente porque miles de vecinos pasan hambre y frío, porque pierden sus trabajos, porque muchos que buscan no lo consiguen, porque no llegan ni siquiera a los primeros días del mes, porque cada vez más son los pibes que llegan con hambre a las escuelas, porque los ancianos no llegan a comprar sus medicamentos y encima perciben la amenaza de perder su pensión por viudez, porque el sueño de la casa propia toma distancias linderas con lo inalcanzable y el trabajo que generaba el PROCREAR hoy no lo está generando. Es decir, cuando miles de vecinos pierden paulatinamente y a veces bruscamente, sus derechos conquistados y realmente la pasan mal.
La prioridad del gobierno pareciera ser la obra pública, es decir, eso que se puede ver, tocar y de paso, sirve de chicana para el gobierno anterior, pero lo esencial resulta invisible a la imponente obra pública.
Ante la demanda de vivienda y empleo, el gobierno decidió recortar o al menos no invertir la totalidad de los fondos que pidió al inicio de gestión, en áreas sensibles a la situación actual que atraviesa el país y la provincia de Buenos Aires con índices de desocupación del 9,2% y 11,8% respectivamente, una baja constante del consumo, despidos, pérdidas de poder adquisitivo, cierres de empresas y una economía totalmente paralizada.
Se confían demasiado del supuesto éxito de la obra pública, pero cuando nos demos cuenta de que pudo realizarse gracias a un endeudamiento histórico de la Provincia y del País que lo pagarán los nietos de los nietos de nuestros nietos, cuando los mismos frentistas del cordón cuneta se encuentren sin trabajo o con sueldos que no les alcanza y encima una cuota que pagar por ese mejorado, no sé qué puede pasar pero, claramente, el gusto amargo se sentirá y la felicidad de no chapotear en el barro sólo durará un momento.
Claro que no todo es cordón cuneta y mejorado, se han comenzado con obras importantes que de funcionar bien, de terminarse y mantenerse debidamente, le mejorarán en una gran parte a muchos vecinos que históricamente fueron postergados. Entonces la obra pública no es el problema sino el orden de las prioridades en un momento tan complejo como este.